miércoles, 20 de marzo de 2024
RENACIMIENTO EN ESPAÑA: ESCULTURA
Escultura El Renacimiento EspañOl from Tomás Pérez Molina
Los dos grandes escultores del Renacimiento español trabajan en Valladolid, ciudad que relevará en el segundo tercio del s. XVI al antes brillante taller de Burgos.
Alonso Berruguete (1488-1561), hijo del pintor Pedro Berruguete, se empapó durante su estancia en Italia del arte de Donatello y de Miguel Ángel, pero dejando que lo intensamente dramático predominara sobre los valores de armonía y serenidad, por lo que su estilo anticipa, en cierta medida, el barroco. Berruguete concibe el arte como una creación intelectual, lejos del concepto artesanal que hasta entonces dominaba toda la península, unido a su sentido aristocrático. Sus descuidos e incorrecciones técnicas derivan de este planteamiento; lo que interesa no es que la obra esté bien resuelta técnicamente, sino que sea fruto de una elaboración intelectual, que esté bien pensada de acuerdo con una idea transcendente. No le interesan pues las bellas formas aparentes, ni el sensualismo de las obras clásicas. Le interesa el significado de la obra.
Su estilo se caracteriza por el dinamismo, la disimetría en los rostros y anatomías, la huida de la repetición de figuras, gestos o actitudes, la variedad en el estudio de manos y la acentuación del contraposto, llegando a la figura serpentina que gira en una plano helicoidal, adquiriendo un perfil flameante, creando desequilibrio, en consonancia con la agitación espiritual de la representación. En el aspecto expresivo se hace especial hincapié en el carácter angustioso de la existencia, en la lucha del espíritu por romper la corteza carnal que lo atenaza, de ahí la agitación, el dinamismo y dramatismo de sus creaciones. Muchas veces, para subrayar este dramatismo, recurre a fórmulas de carácter subjetivo e intelectual: proporcionalidad jerárquica, yuxtaposición de figuras, perspectiva inversa, estridencias formales, etc. En definitiva, se trata de un estilo en el que deliberadamente se renuncia a la belleza formal en beneficio de la expresividad espiritual.
Los dos grandes escultores del Renacimiento español trabajan en Valladolid, ciudad que relevará en el segundo tercio del s. XVI al antes brillante taller de Burgos.
Alonso Berruguete (1488-1561), hijo del pintor Pedro Berruguete, se empapó durante su estancia en Italia del arte de Donatello y de Miguel Ángel, pero dejando que lo intensamente dramático predominara sobre los valores de armonía y serenidad, por lo que su estilo anticipa, en cierta medida, el barroco. Berruguete concibe el arte como una creación intelectual, lejos del concepto artesanal que hasta entonces dominaba toda la península, unido a su sentido aristocrático. Sus descuidos e incorrecciones técnicas derivan de este planteamiento; lo que interesa no es que la obra esté bien resuelta técnicamente, sino que sea fruto de una elaboración intelectual, que esté bien pensada de acuerdo con una idea transcendente. No le interesan pues las bellas formas aparentes, ni el sensualismo de las obras clásicas. Le interesa el significado de la obra.
Su estilo se caracteriza por el dinamismo, la disimetría en los rostros y anatomías, la huida de la repetición de figuras, gestos o actitudes, la variedad en el estudio de manos y la acentuación del contraposto, llegando a la figura serpentina que gira en una plano helicoidal, adquiriendo un perfil flameante, creando desequilibrio, en consonancia con la agitación espiritual de la representación. En el aspecto expresivo se hace especial hincapié en el carácter angustioso de la existencia, en la lucha del espíritu por romper la corteza carnal que lo atenaza, de ahí la agitación, el dinamismo y dramatismo de sus creaciones. Muchas veces, para subrayar este dramatismo, recurre a fórmulas de carácter subjetivo e intelectual: proporcionalidad jerárquica, yuxtaposición de figuras, perspectiva inversa, estridencias formales, etc. En definitiva, se trata de un estilo en el que deliberadamente se renuncia a la belleza formal en beneficio de la expresividad espiritual.
Sus obras fundamentales son el Retablo de San Benito, del Museo de Valladolid, una de cuyas estatuas el San Sebastián, logró una gran popularidad. (ver, también, el análisis de la obra en el siguiente enlace: http://www.slideshare.net/guest442d81/berruguete-san-sebastian)
La otra obra más notable es la sillería del coro de la Catedral de Toledo (realizada a medias con Felipe Vigarny) y en la que sorprenden las huellas de ese desenfado técnico propio del artista. Frente a las formas colosales de Miguel Ángel, las tallas de Berruguete son figuras huesudas, gesticulantes y nerviosas.
El otro gran escultor que trabaja en Valladolid es el francés Juan de Juni (1507-1577), pero con cualidades muy diferentes al anterior. Su labor era lenta y minuciosa, pero sus resultados son grandiosos por su dimensión trágica y por su brillante y encendida policromía. Sus figuras son grandes, sus gestos teatrales. Las composiciones, agobiadas por la falta de espacio, inician el manierismo. Su estilo se halla muy marcado por la influencia de Miguel Ángel.
Juni no está interesado en la representación del dolor físico, sino en el de la angustia del espíritu. Ello se pone de manifiesto en el movimiento reconcentrado de las figuras profundamente doloridas, que plásticamente se expresa mediante el perfil serpentino, dibujando una hélice en el espacio. Sus imágenes son fruto de una cuidada y elaborada reflexión, favorecida por su técnica cuidadosa, gustosa del acabado perfecto y virtuoso, en contraste con la forma descuidada y rápida de hacer de Berruguete.
En sus temas muestra predilección por los más patéticos, como La Piedad, los Cristos muertos y los Santos Entierros. Son imágenes muy emocionales, que hablan directamente a los sentidos del contemplador, que excitan su compasión.
Entre sus creaciones podemos destacar:
· El Santo Entierro que hizo para la iglesia de San Francisco de Valladolid.
· Retablo de la Antigua de Valladolid.
· El retablo del Santo Entierro de la catedral de Segovia.
· El retablo Mayor de la Catedral de Burgo de Osma.
· La Virgen de las Angustias.
· La Piedad de la colegiata de San Antolín, en Medina del Campo.
RENACIMIENTO EN ESPAÑA:ARQUITECTURA
EVOLUCIÓN ESTILÍSTICA ARQUITECTURA RENACENTISTA ESPAÑOLA
La introducción de las formas renacentistas coincide con el momento en que se produce la Unión Dinástica de las Coronas de Castilla y Aragón con el matrimonio de los Reyes Católicos, germen de la unión política de España. Es el momento en que, además se inicia, el ascenso del poder e influencia de esta Monarquía Hispánica en Europa. El descubrimiento de América y la toma de Granada (1492) son contemporáneos del inicio de las obras del Colegio de Santa Cruz de Valladolid, donde por primera vez se utilizan motivos decorativos a la italiana. El auge extraordinario que el último gótico tuvo en la península ( que por su riqueza sirve bien a esta poderosa monarquía, con tan fuerte componente flamenco-borgoñón), la tradición mudéjar (que consigue en la arquitectura civil edificios útiles, cómodos y baratos con los tradicionales materiales del ladrillo, la madera y el yeso) y la inercia técnica de los arquitectos y albañiles, acostumbrados a la labra de la piedra a la manera gótica, suponen un considerable freno a la plena aceptación de las formas y sistemas renacentistas.
Lo primero que se conocerá en España serán los repertorios decorativos, la labor de “candelieri” y “grutescos”, “trofeos”, etc. que se difunden fácilmente a través del grabado y que pueden ser aplicados a edificios estructuralmente góticos. La moda de lo italiano comienza pronto, pero se limita a los aspectos decorativos externos, ayudada también por la posibilidad de importar de Italia piezas sueltas decoradas (jambas de puertas, chimeneas, fustes y capiteles de columna, altares, sepulcros, etc.), que poco a poco se van incorporando al gusto de los poderosos. Será, pues, la arquitectura la primera de las artes en verse afectada por las novedades renacentistas.
El Plateresco
El primer tercio del siglo XVI lo llena el estilo llamado “Plateresco” (término acuñado por Ortíz de Zúñiga en el s. XVII, al comparar lo menudo y rico de la decoración de este período con la labor de los orfebres y plateros). En estos primeros momentos lo meramente decorativo predominará sobre lo constructivo, aunque poco a poco se irán abriendo paso las nuevas estructuras arquitectónicas.
Los rasgos que permiten identificar este estilo, todavía muy influido por planteamientos medievales, son:
· Es frecuente que los paramentos exteriores de los muros estén almohadillados.
· Se emplea la columna abalaustrada, que pronto adquiere gran difusión, rematada con capiteles corintios o compuestos, decorados de modo fantástico. El fuste de esta columna consta de una parte superior terminada en su base en forma bulbosa y revestida de hojas, que por su semejanza con la flor del granado se llama balaustre.
· Se emplean pilastras recubiertas con abundante decoración de “grutescos” (figuras animales acabadas en formas vegetales).
· Se emplea el arco de medio punto, aunque con frecuencia se recurre al arco carpanel de tradición gótica.
· En las enjutas de los arcos y en los frisos se emplean con frecuencia medallones con cabezas clásicas o de fantasía. En esos mismos lugares se pueden colocar emblemas heráldicos.
· En cuanto a las cubiertas, se siguen empleando las bóvedas de crucería, pero las naves se decoran con rosetas clásicas, florones o medallones. También podemos encontrar bóvedas de cañón con casetones.
· Los edificios se rematan, con frecuencia, con cresterías y candelabros que equivalen, con motivos italianos, a las siluetas erizadas y caladas de los edificios góticos.
· En general, las proporciones no son en modo alguno clásicas; algunos elementos arquitectónicos se emplean con mucha libertad (columnas, entablamentos….), como si fuesen baquetones góticos, doblándose, ciñéndose a los arcos, etc.
· En general, la decoración recubre por entero las superficies, creando una imagen como de bordado, cuyo antecedente en España hay que buscarlo en la decoración mudéjar. De hecho, en algunos lugares se produce una síntesis entre el estilo mudéjar y lo renacentistas, el llamado estilo cisneros.
Las obras arquitectónicas más significativas de este período son:
· El colegio de Santa Cruz, de Valladolid, de Lorenzo Vázquez.
· La Puerta de la Pellejería de la Catedral de Burgos, de Francisco de Colonia.
· La Escalera Dorada de la Catedral de Burgos, de Diego de Siloé.
· La Iglesia de Santa Engracia de Zaragoza, de los Morlanes.
· La Portada de la Universidad de Salamanca, de autor desconocido.
· La Casa de las conchas de Salamanca.
· La Iglesia de San Esteban de Salamanca, de Juan de Álava.
· La Fachada de la Universidad de Alcalá de Henares, de Rodrigo Gil de Hontañón.
· El Palacio de Monterey en Burgos, de Rodrigo Gil de Hontañón.
. La fachada del Ayuntaniento de Sevilla, de Rodrigo Gil de Hontañón.
Clasicismo Renacentista o Purista
El Renacimiento no se agota con las formas platerescas, otra corriente estará mucho más atenta a las pautas constructivas que caracterizan la arquitectura italiana de la época.
Lo espacial y constructivo prevalecerá sobre lo decorativo. Un tratado de arquitectura del español Diego Sagredo, publicado en 1526, constituye la primera divulgación de los planteamientos renacentistas publicada fuera de Italia.
En 1527 Pedro Machuca inicia en La Alhambra de Granada las obras del Palacio de Carlos V, el más clasicista de los edificios renacentistas españoles.
Para que no se olvide la efectiva simultaneidad de las dos corrientes señaladas, baste recordar que la mayoría de los arquitectos a quienes llamamos romanistas o clasicistas, también realizan obras platerescas e, incluso, llegan a mezclar ambas opciones artísticas. Tal es el caso de Rodrigo Gil de Hontañón o de Alonso de Covarrubias. Diego de Siloé, artífice de obras platerescas, también destaca por su intervención en la Catedral de Granada, de cuya construcción se hace cargo en 1528, abandonando los planteamientos góticos que Egas había comenzado e imponiendo la columna clásica, convirtiendo la Capilla Mayor en circular y coronándola con una cúpula, cuando lo tradicional hubiera sido situarla en el crucero. Sus obras son muy numerosas destacando la Catedral de Guadix, la de Málaga, la Iglesia de San Jerónimo también en Granada, etc.
Por último, destacaremos a Andrés de Vandelvira (1509-1575), que continúa los postulados de Diego de Siloé. En su obra sobresalen: la Iglesia del Salvador, el Hospital de Santiago, ambos en Úbeda, y la Catedral de Baeza. Su obra más importante es la Catedral de Jaén (1540) donde ensaya las cúpulas vaídas. La decoración en sus obras está constituida básicamente por los elementos arquitectónicos.
El Bajo Renacimiento: el estilo Herreriano.
En España esta etapa se corresponde con el último tercio del siglo XVI, y llena el reinado de Felipe II. El Monasterio de San Lorenzo del Escorial, cuya construcción se inició en 1563 en memoria de la victoria española en la batalla de San Quintín, siendo concluido veinte años más tarde, es la obra más importante y representativa de este período. Esta obra y su autor dan nombre a un estilo, Escurialense o Herreriano, muy influido por la pureza de formas y la sobriedad decorativa de las obras de Bramante y de Miguel ángel, que se caracterizará por:
· La solidez de las estructuras arquitectónicas, ahora ya totalmente clásicas.
· Carencia absoluta de decoración, salvo la ornamentación que presten los propios elementos constructivos.
· La belleza del edificio se basa en la sólida monumentalidad del conjunto y en la correcta utilización de los prinipios y órdenes clásicos, con marcada preferencia por los más sobrios (dórico, toscano…). Este ideal conceptual y constructivo se relaciona con el austero paisaje castellano donde se asienta la obra y el ambiente espiritual para el que fue concebido, imbuido también de la austeridad de la vida monástica.
· En este estilo la gracia del Plateresco Purista es sustituida por la sobriedad de la lógica arquitectónica, llegando a alcanzar un sentido abstracto, puramente intelectual, de la proporción y de la medida, que dan al edificio un carácter simbólico.
Las dos presentaciones:
La introducción de las formas renacentistas coincide con el momento en que se produce la Unión Dinástica de las Coronas de Castilla y Aragón con el matrimonio de los Reyes Católicos, germen de la unión política de España. Es el momento en que, además se inicia, el ascenso del poder e influencia de esta Monarquía Hispánica en Europa. El descubrimiento de América y la toma de Granada (1492) son contemporáneos del inicio de las obras del Colegio de Santa Cruz de Valladolid, donde por primera vez se utilizan motivos decorativos a la italiana. El auge extraordinario que el último gótico tuvo en la península ( que por su riqueza sirve bien a esta poderosa monarquía, con tan fuerte componente flamenco-borgoñón), la tradición mudéjar (que consigue en la arquitectura civil edificios útiles, cómodos y baratos con los tradicionales materiales del ladrillo, la madera y el yeso) y la inercia técnica de los arquitectos y albañiles, acostumbrados a la labra de la piedra a la manera gótica, suponen un considerable freno a la plena aceptación de las formas y sistemas renacentistas.
Lo primero que se conocerá en España serán los repertorios decorativos, la labor de “candelieri” y “grutescos”, “trofeos”, etc. que se difunden fácilmente a través del grabado y que pueden ser aplicados a edificios estructuralmente góticos. La moda de lo italiano comienza pronto, pero se limita a los aspectos decorativos externos, ayudada también por la posibilidad de importar de Italia piezas sueltas decoradas (jambas de puertas, chimeneas, fustes y capiteles de columna, altares, sepulcros, etc.), que poco a poco se van incorporando al gusto de los poderosos. Será, pues, la arquitectura la primera de las artes en verse afectada por las novedades renacentistas.
El Plateresco
El primer tercio del siglo XVI lo llena el estilo llamado “Plateresco” (término acuñado por Ortíz de Zúñiga en el s. XVII, al comparar lo menudo y rico de la decoración de este período con la labor de los orfebres y plateros). En estos primeros momentos lo meramente decorativo predominará sobre lo constructivo, aunque poco a poco se irán abriendo paso las nuevas estructuras arquitectónicas.
Los rasgos que permiten identificar este estilo, todavía muy influido por planteamientos medievales, son:
· Es frecuente que los paramentos exteriores de los muros estén almohadillados.
· Se emplea la columna abalaustrada, que pronto adquiere gran difusión, rematada con capiteles corintios o compuestos, decorados de modo fantástico. El fuste de esta columna consta de una parte superior terminada en su base en forma bulbosa y revestida de hojas, que por su semejanza con la flor del granado se llama balaustre.
· Se emplean pilastras recubiertas con abundante decoración de “grutescos” (figuras animales acabadas en formas vegetales).
· Se emplea el arco de medio punto, aunque con frecuencia se recurre al arco carpanel de tradición gótica.
· En las enjutas de los arcos y en los frisos se emplean con frecuencia medallones con cabezas clásicas o de fantasía. En esos mismos lugares se pueden colocar emblemas heráldicos.
· En cuanto a las cubiertas, se siguen empleando las bóvedas de crucería, pero las naves se decoran con rosetas clásicas, florones o medallones. También podemos encontrar bóvedas de cañón con casetones.
· Los edificios se rematan, con frecuencia, con cresterías y candelabros que equivalen, con motivos italianos, a las siluetas erizadas y caladas de los edificios góticos.
· En general, las proporciones no son en modo alguno clásicas; algunos elementos arquitectónicos se emplean con mucha libertad (columnas, entablamentos….), como si fuesen baquetones góticos, doblándose, ciñéndose a los arcos, etc.
· En general, la decoración recubre por entero las superficies, creando una imagen como de bordado, cuyo antecedente en España hay que buscarlo en la decoración mudéjar. De hecho, en algunos lugares se produce una síntesis entre el estilo mudéjar y lo renacentistas, el llamado estilo cisneros.
Las obras arquitectónicas más significativas de este período son:
· El colegio de Santa Cruz, de Valladolid, de Lorenzo Vázquez.
· La Puerta de la Pellejería de la Catedral de Burgos, de Francisco de Colonia.
· La Escalera Dorada de la Catedral de Burgos, de Diego de Siloé.
· La Iglesia de Santa Engracia de Zaragoza, de los Morlanes.
· La Portada de la Universidad de Salamanca, de autor desconocido.
· La Casa de las conchas de Salamanca.
· La Iglesia de San Esteban de Salamanca, de Juan de Álava.
· La Fachada de la Universidad de Alcalá de Henares, de Rodrigo Gil de Hontañón.
· El Palacio de Monterey en Burgos, de Rodrigo Gil de Hontañón.
. La fachada del Ayuntaniento de Sevilla, de Rodrigo Gil de Hontañón.
Clasicismo Renacentista o Purista
El Renacimiento no se agota con las formas platerescas, otra corriente estará mucho más atenta a las pautas constructivas que caracterizan la arquitectura italiana de la época.
Lo espacial y constructivo prevalecerá sobre lo decorativo. Un tratado de arquitectura del español Diego Sagredo, publicado en 1526, constituye la primera divulgación de los planteamientos renacentistas publicada fuera de Italia.
En 1527 Pedro Machuca inicia en La Alhambra de Granada las obras del Palacio de Carlos V, el más clasicista de los edificios renacentistas españoles.
Para que no se olvide la efectiva simultaneidad de las dos corrientes señaladas, baste recordar que la mayoría de los arquitectos a quienes llamamos romanistas o clasicistas, también realizan obras platerescas e, incluso, llegan a mezclar ambas opciones artísticas. Tal es el caso de Rodrigo Gil de Hontañón o de Alonso de Covarrubias. Diego de Siloé, artífice de obras platerescas, también destaca por su intervención en la Catedral de Granada, de cuya construcción se hace cargo en 1528, abandonando los planteamientos góticos que Egas había comenzado e imponiendo la columna clásica, convirtiendo la Capilla Mayor en circular y coronándola con una cúpula, cuando lo tradicional hubiera sido situarla en el crucero. Sus obras son muy numerosas destacando la Catedral de Guadix, la de Málaga, la Iglesia de San Jerónimo también en Granada, etc.
Por último, destacaremos a Andrés de Vandelvira (1509-1575), que continúa los postulados de Diego de Siloé. En su obra sobresalen: la Iglesia del Salvador, el Hospital de Santiago, ambos en Úbeda, y la Catedral de Baeza. Su obra más importante es la Catedral de Jaén (1540) donde ensaya las cúpulas vaídas. La decoración en sus obras está constituida básicamente por los elementos arquitectónicos.
El Bajo Renacimiento: el estilo Herreriano.
En España esta etapa se corresponde con el último tercio del siglo XVI, y llena el reinado de Felipe II. El Monasterio de San Lorenzo del Escorial, cuya construcción se inició en 1563 en memoria de la victoria española en la batalla de San Quintín, siendo concluido veinte años más tarde, es la obra más importante y representativa de este período. Esta obra y su autor dan nombre a un estilo, Escurialense o Herreriano, muy influido por la pureza de formas y la sobriedad decorativa de las obras de Bramante y de Miguel ángel, que se caracterizará por:
· La solidez de las estructuras arquitectónicas, ahora ya totalmente clásicas.
· Carencia absoluta de decoración, salvo la ornamentación que presten los propios elementos constructivos.
· La belleza del edificio se basa en la sólida monumentalidad del conjunto y en la correcta utilización de los prinipios y órdenes clásicos, con marcada preferencia por los más sobrios (dórico, toscano…). Este ideal conceptual y constructivo se relaciona con el austero paisaje castellano donde se asienta la obra y el ambiente espiritual para el que fue concebido, imbuido también de la austeridad de la vida monástica.
· En este estilo la gracia del Plateresco Purista es sustituida por la sobriedad de la lógica arquitectónica, llegando a alcanzar un sentido abstracto, puramente intelectual, de la proporción y de la medida, que dan al edificio un carácter simbólico.
Las dos presentaciones:
jueves, 14 de marzo de 2024
sábado, 9 de marzo de 2024
CINQUECENTO: PINTURA : LEONARDO, RAFAEL, MIGUEL ÁNGEL.ESCUELA VENECIANA: TIZIANO
Esta segunda etapa del Renacimiento tenemos que centrarla en el trabajo de los grandes maestros: Leonardo da Vinci, Rafael, Miguel Ángel y Tiziano.
Estos autores podemos encuadrarlos dentro de dos escuelas o focos artísticos diferenciados, aunque todos ellos comparten algunos de los rasgos estilísticos que definen esta etapa de esplendor y clasicismo.
Tiziano, uno de los gigantes de la pintura, es el máximo representante de la Escuela Veneciana; de esta escuela hay que destacar, además, a Giorgione, Paolo Veronés y Tinoreto.
Los otros tres maestros tienen una personalidad tan acusada que no caben dentro de los límites de ninguna escuela, aunque podemos hablar de una por su vinculación a los proyectos papales.
Paradójicamente, Leonardo sólo dejó un puñado de obras pictóricas, pues dedicó la mayor parte de su tiempo a la observación científica de los fenómenos naturales y a los inventos técnicos de dudosa aplicación en su época, además de ser un reputado ingeniero experto en fortificaciones. Realizaba continuos experimentos con pigmentos oleosos sobre yeso seco, y a ello se debe el deterioro de las pinturas murales que han llegado hasta nuestros días, como es el caso de La última cena (1495-1497, Santa Maria delle Grazie, Milán). De todos es conocida su muy reproducida Gioconda; una obra en la que Leonardo demuestra sus dotes para la pintura y, sobre todo, su revolucionario sfumato.
Rafael perfeccionó los anteriores descubrimientos renacentistas en materia de color y de composición, creando tipos ideales en sus representaciones de la Virgen (Madonnas) y del Niño y en los estudios de retratos de sus coetáneos. De sus pinturas murales hay que destacar las realizadas para las estancias papales del Vaticano, auténticas obras maestras del clasicismo renacentista por su sabia síntesis de dibujo y color, recogiendo en ellas los grandes hallazgos de los maestros Leonardo y Miguel Ángel.
Miguel Ángel, el tercer pintor en esta exclusiva lista de maestros, ya nos ha mostrado sus elevadas dotes como escultor (su auténtica vocación), así como su talento como arquitecto (a pesar de las trampas de sus celosos y geniales coetáneos, Bramante y Rafael), tanto en Florencia como en Roma; ahora lo conoceremos como pintor. La Capilla Sixtina del Vaticano, en Roma, con sus frescos de la creación y la expulsión de Adán y Eva del Paraíso en la bóveda (1508-1512) y el gran mural del Juicio Final (1536-1541), dan fe del genio pictórico de Miguel Ángel.
La pintura colorista alcanzó su clímax en Venecia con las obras de Tiziano, cuyos retratos denotan un profundo conocimiento de la naturaleza humana. Entre sus obras maestras se incluyen también representaciones de temas cristianos y mitológicos, así como numerosos desnudos femeninos, famosos en su género.
Estos autores podemos encuadrarlos dentro de dos escuelas o focos artísticos diferenciados, aunque todos ellos comparten algunos de los rasgos estilísticos que definen esta etapa de esplendor y clasicismo.
Tiziano, uno de los gigantes de la pintura, es el máximo representante de la Escuela Veneciana; de esta escuela hay que destacar, además, a Giorgione, Paolo Veronés y Tinoreto.
Los otros tres maestros tienen una personalidad tan acusada que no caben dentro de los límites de ninguna escuela, aunque podemos hablar de una por su vinculación a los proyectos papales.
Paradójicamente, Leonardo sólo dejó un puñado de obras pictóricas, pues dedicó la mayor parte de su tiempo a la observación científica de los fenómenos naturales y a los inventos técnicos de dudosa aplicación en su época, además de ser un reputado ingeniero experto en fortificaciones. Realizaba continuos experimentos con pigmentos oleosos sobre yeso seco, y a ello se debe el deterioro de las pinturas murales que han llegado hasta nuestros días, como es el caso de La última cena (1495-1497, Santa Maria delle Grazie, Milán). De todos es conocida su muy reproducida Gioconda; una obra en la que Leonardo demuestra sus dotes para la pintura y, sobre todo, su revolucionario sfumato.
Rafael perfeccionó los anteriores descubrimientos renacentistas en materia de color y de composición, creando tipos ideales en sus representaciones de la Virgen (Madonnas) y del Niño y en los estudios de retratos de sus coetáneos. De sus pinturas murales hay que destacar las realizadas para las estancias papales del Vaticano, auténticas obras maestras del clasicismo renacentista por su sabia síntesis de dibujo y color, recogiendo en ellas los grandes hallazgos de los maestros Leonardo y Miguel Ángel.
Miguel Ángel, el tercer pintor en esta exclusiva lista de maestros, ya nos ha mostrado sus elevadas dotes como escultor (su auténtica vocación), así como su talento como arquitecto (a pesar de las trampas de sus celosos y geniales coetáneos, Bramante y Rafael), tanto en Florencia como en Roma; ahora lo conoceremos como pintor. La Capilla Sixtina del Vaticano, en Roma, con sus frescos de la creación y la expulsión de Adán y Eva del Paraíso en la bóveda (1508-1512) y el gran mural del Juicio Final (1536-1541), dan fe del genio pictórico de Miguel Ángel.
La pintura colorista alcanzó su clímax en Venecia con las obras de Tiziano, cuyos retratos denotan un profundo conocimiento de la naturaleza humana. Entre sus obras maestras se incluyen también representaciones de temas cristianos y mitológicos, así como numerosos desnudos femeninos, famosos en su género.
miércoles, 6 de marzo de 2024
CINQUECENTO: ESCULTURA: MIGUEL ÁNGEL BUONARROTI
LA ESCULTURA RENACENTISTA EN EL S. XVI.
MIGUEL ÁNGEL BUONARROTI
Pincha en la foto para acceder a la página de "Vivirarte" dedicada a la escultura de Miguel Angel.
martes, 5 de marzo de 2024
domingo, 3 de marzo de 2024
CUATTROCENTO: PINTURA: FRA ANGÉLICO, MASACCIO, P. DELLA FRANCESCA, BOTTICELLI
Junto con los apuntes, todo lo que hay que saber de la pintura del Cuattrocento.
viernes, 1 de marzo de 2024
FLORENCIA Y EL RENACIMIENTO HASTA EN VIDEOJUEGOS...
Este afamado videojuego se desarrolla en la Italia renacentista; en este vídeo podéis ver al protagonista recorriendo lugares de la ciudad de Florencia tal y como estaba en los siglos XV y XVI.
ACTIVIDAD: ¿eres capaz de reconocer algún edificio del Renacimiento?¿y alguna estatua?
Averigua qué falta y me lo mandas por comentario.
Averigua qué falta y me lo mandas por comentario.
Nota: la violencia que se exhibe en este juego no lo hace nada educativo pese al contexto histórico tan realista.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)