EVOLUCIÓN ESTILÍSTICA ARQUITECTURA RENACENTISTA ESPAÑOLA
La introducción de las formas renacentistas coincide con el momento en que se produce la Unión Dinástica de las Coronas de Castilla y Aragón con el matrimonio de los Reyes Católicos, germen de la unión política de España. Es el momento en que, además se inicia, el ascenso del poder e influencia de esta Monarquía Hispánica en Europa. El descubrimiento de América y la toma de Granada (1492) son contemporáneos del inicio de las obras del Colegio de Santa Cruz de Valladolid, donde por primera vez se utilizan motivos decorativos a la italiana. El auge extraordinario que el último gótico tuvo en la península ( que por su riqueza sirve bien a esta poderosa monarquía, con tan fuerte componente flamenco-borgoñón), la tradición mudéjar (que consigue en la arquitectura civil edificios útiles, cómodos y baratos con los tradicionales materiales del ladrillo, la madera y el yeso) y la inercia técnica de los arquitectos y albañiles, acostumbrados a la labra de la piedra a la manera gótica, suponen un considerable freno a la plena aceptación de las formas y sistemas renacentistas.
Lo primero que se conocerá en España serán los repertorios decorativos, la labor de “candelieri” y “grutescos”, “trofeos”, etc. que se difunden fácilmente a través del grabado y que pueden ser aplicados a edificios estructuralmente góticos. La moda de lo italiano comienza pronto, pero se limita a los aspectos decorativos externos, ayudada también por la posibilidad de importar de Italia piezas sueltas decoradas (jambas de puertas, chimeneas, fustes y capiteles de columna, altares, sepulcros, etc.), que poco a poco se van incorporando al gusto de los poderosos. Será, pues, la arquitectura la primera de las artes en verse afectada por las novedades renacentistas.
El Plateresco
El primer tercio del siglo XVI lo llena el estilo llamado “Plateresco” (término acuñado por Ortíz de Zúñiga en el s. XVII, al comparar lo menudo y rico de la decoración de este período con la labor de los orfebres y plateros). En estos primeros momentos lo meramente decorativo predominará sobre lo constructivo, aunque poco a poco se irán abriendo paso las nuevas estructuras arquitectónicas.
Los rasgos que permiten identificar este estilo, todavía muy influido por planteamientos medievales, son:
· Es frecuente que los paramentos exteriores de los muros estén almohadillados.
· Se emplea la columna abalaustrada, que pronto adquiere gran difusión, rematada con capiteles corintios o compuestos, decorados de modo fantástico. El fuste de esta columna consta de una parte superior terminada en su base en forma bulbosa y revestida de hojas, que por su semejanza con la flor del granado se llama balaustre.
· Se emplean pilastras recubiertas con abundante decoración de “grutescos” (figuras animales acabadas en formas vegetales).
· Se emplea el arco de medio punto, aunque con frecuencia se recurre al arco carpanel de tradición gótica.
· En las enjutas de los arcos y en los frisos se emplean con frecuencia medallones con cabezas clásicas o de fantasía. En esos mismos lugares se pueden colocar emblemas heráldicos.
· En cuanto a las cubiertas, se siguen empleando las bóvedas de crucería, pero las naves se decoran con rosetas clásicas, florones o medallones. También podemos encontrar bóvedas de cañón con casetones.
· Los edificios se rematan, con frecuencia, con cresterías y candelabros que equivalen, con motivos italianos, a las siluetas erizadas y caladas de los edificios góticos.
· En general, las proporciones no son en modo alguno clásicas; algunos elementos arquitectónicos se emplean con mucha libertad (columnas, entablamentos….), como si fuesen baquetones góticos, doblándose, ciñéndose a los arcos, etc.
· En general, la decoración recubre por entero las superficies, creando una imagen como de bordado, cuyo antecedente en España hay que buscarlo en la decoración mudéjar. De hecho, en algunos lugares se produce una síntesis entre el estilo mudéjar y lo renacentistas, el llamado estilo cisneros.
Las obras arquitectónicas más significativas de este período son:
· El colegio de Santa Cruz, de Valladolid, de Lorenzo Vázquez.
· La Puerta de la Pellejería de la Catedral de Burgos, de Francisco de Colonia.
· La Escalera Dorada de la Catedral de Burgos, de Diego de Siloé.
· La Iglesia de Santa Engracia de Zaragoza, de los Morlanes.
· La Portada de la Universidad de Salamanca, de autor desconocido.
· La Casa de las conchas de Salamanca.
· La Iglesia de San Esteban de Salamanca, de Juan de Álava.
· La Fachada de la Universidad de Alcalá de Henares, de Rodrigo Gil de Hontañón.
· El Palacio de Monterey en Burgos, de Rodrigo Gil de Hontañón.
. La fachada del Ayuntaniento de Sevilla, de Rodrigo Gil de Hontañón.
Clasicismo Renacentista o Purista
El Renacimiento no se agota con las formas platerescas, otra corriente estará mucho más atenta a las pautas constructivas que caracterizan la arquitectura italiana de la época.
Lo espacial y constructivo prevalecerá sobre lo decorativo. Un tratado de arquitectura del español Diego Sagredo, publicado en 1526, constituye la primera divulgación de los planteamientos renacentistas publicada fuera de Italia.
En 1527 Pedro Machuca inicia en La Alhambra de Granada las obras del Palacio de Carlos V, el más clasicista de los edificios renacentistas españoles.
Para que no se olvide la efectiva simultaneidad de las dos corrientes señaladas, baste recordar que la mayoría de los arquitectos a quienes llamamos romanistas o clasicistas, también realizan obras platerescas e, incluso, llegan a mezclar ambas opciones artísticas. Tal es el caso de Rodrigo Gil de Hontañón o de Alonso de Covarrubias. Diego de Siloé, artífice de obras platerescas, también destaca por su intervención en la Catedral de Granada, de cuya construcción se hace cargo en 1528, abandonando los planteamientos góticos que Egas había comenzado e imponiendo la columna clásica, convirtiendo la Capilla Mayor en circular y coronándola con una cúpula, cuando lo tradicional hubiera sido situarla en el crucero. Sus obras son muy numerosas destacando la Catedral de Guadix, la de Málaga, la Iglesia de San Jerónimo también en Granada, etc.
Por último, destacaremos a Andrés de Vandelvira (1509-1575), que continúa los postulados de Diego de Siloé. En su obra sobresalen: la Iglesia del Salvador, el Hospital de Santiago, ambos en Úbeda, y la Catedral de Baeza. Su obra más importante es la Catedral de Jaén (1540) donde ensaya las cúpulas vaídas. La decoración en sus obras está constituida básicamente por los elementos arquitectónicos.
El Bajo Renacimiento: el estilo Herreriano.
En España esta etapa se corresponde con el último tercio del siglo XVI, y llena el reinado de Felipe II. El Monasterio de San Lorenzo del Escorial, cuya construcción se inició en 1563 en memoria de la victoria española en la batalla de San Quintín, siendo concluido veinte años más tarde, es la obra más importante y representativa de este período. Esta obra y su autor dan nombre a un estilo, Escurialense o Herreriano, muy influido por la pureza de formas y la sobriedad decorativa de las obras de Bramante y de Miguel ángel, que se caracterizará por:
· La solidez de las estructuras arquitectónicas, ahora ya totalmente clásicas.
· Carencia absoluta de decoración, salvo la ornamentación que presten los propios elementos constructivos.
· La belleza del edificio se basa en la sólida monumentalidad del conjunto y en la correcta utilización de los prinipios y órdenes clásicos, con marcada preferencia por los más sobrios (dórico, toscano…). Este ideal conceptual y constructivo se relaciona con el austero paisaje castellano donde se asienta la obra y el ambiente espiritual para el que fue concebido, imbuido también de la austeridad de la vida monástica.
· En este estilo la gracia del Plateresco Purista es sustituida por la sobriedad de la lógica arquitectónica, llegando a alcanzar un sentido abstracto, puramente intelectual, de la proporción y de la medida, que dan al edificio un carácter simbólico.
Las dos presentaciones:
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