Estos autores podemos encuadrarlos dentro de dos escuelas o focos artísticos diferenciados, aunque todos ellos comparten algunos de los rasgos estilísticos que definen esta etapa de esplendor y clasicismo.
Tiziano, uno de los gigantes de la pintura, es el máximo representante de la Escuela Veneciana; de esta escuela hay que destacar, además, a Giorgione, Paolo Veronés y Tinoreto.
Los otros tres maestros tienen una personalidad tan acusada que no caben dentro de los límites de ninguna escuela, aunque podemos hablar de una por su vinculación a los proyectos papales.
Paradójicamente, Leonardo sólo dejó un puñado de obras pictóricas, pues dedicó la mayor parte de su tiempo a la observación científica de los fenómenos naturales y a los inventos técnicos de dudosa aplicación en su época, además de ser un reputado ingeniero experto en fortificaciones. Realizaba continuos experimentos con pigmentos oleosos sobre yeso seco, y a ello se debe el deterioro de las pinturas murales que han llegado hasta nuestros días, como es el caso de La última cena (1495-1497, Santa Maria delle Grazie, Milán). De todos es conocida su muy reproducida Gioconda; una obra en la que Leonardo demuestra sus dotes para la pintura y, sobre todo, su revolucionario sfumato.
Rafael perfeccionó los anteriores descubrimientos renacentistas en materia de color y de composición, creando tipos ideales en sus representaciones de la Virgen (Madonnas) y del Niño y en los estudios de retratos de sus coetáneos. De sus pinturas murales hay que destacar las realizadas para las estancias papales del Vaticano, auténticas obras maestras del clasicismo renacentista por su sabia síntesis de dibujo y color, recogiendo en ellas los grandes hallazgos de los maestros Leonardo y Miguel Ángel.
Miguel Ángel, el tercer pintor en esta exclusiva lista de maestros, ya nos ha mostrado sus elevadas dotes como escultor (su auténtica vocación), así como su talento como arquitecto (a pesar de las trampas de sus celosos y geniales coetáneos, Bramante y Rafael), tanto en Florencia como en Roma; ahora lo conoceremos como pintor. La Capilla Sixtina del Vaticano, en Roma, con sus frescos de la creación y la expulsión de Adán y Eva del Paraíso en la bóveda (1508-1512) y el gran mural del Juicio Final (1536-1541), dan fe del genio pictórico de Miguel Ángel.
La pintura colorista alcanzó su clímax en Venecia con las obras de Tiziano, cuyos retratos denotan un profundo conocimiento de la naturaleza humana. Entre sus obras maestras se incluyen también representaciones de temas cristianos y mitológicos, así como numerosos desnudos femeninos, famosos en su género.
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